Cuando caractericé el Modelo
Argentino y expuse sus objetivos principales, quedó claro que constituye una
exigencia prospectiva que debe contribuir a consolidar la Patria por la que
todos bregamos.
Ahora es evidente, además, que
la experiencia mundial y el propio proceso histórico argentino conducen,
rectamente, a la misma necesidad. Volvemos entonces al comienzo de este trabajo
añadiendo, al concepto de modelo y a sus objetivos, la clara conciencia de su
inexorabilidad histórica.
A ello debemos agregar que,
para elaborar con precisión un Modelo Argentino, es conveniente una evaluación
orgánica de la situación presente, lo que resulta imposible sin una perspectiva
histórica: la historia no es una acumulación de etapas inconexas sino un
proceso generativo, dinámico y constante.
De ahí que en modo alguno
puede proponerse un modelo estático y cerrado para una Argentina en constante
transformación. Nuestro Modelo Argentino debe presentar el dinamismo de todo lo
que se vincula con el devenir de un Pueblo. Por esa razón, los argentinos
debemos juzgar al Modelo Argentino como una propuesta abierta a sucesivas
correcciones para estar en armonía con la fascinante vitalidad de la historia.
En síntesis, tenemos la
responsabilidad histórica de definir el país que deseamos, con el propósito de
abandonar las luchas internas que desgastan nuestra esperanza y nos desvían del
camino por el que podemos y debemos transitar.
Nuestra Patria tiene todo lo
necesario para que sus hijos sientan el gozo infinito de la vida. Dios nos ha
brindado riquezas incalculables, sólo falta que asumamos la decisión
irrevocable de realizar la empresa que nos aguarda.
Cada uno de mis conciudadanos,
cada grupo social y político, que sienta el deber de contribuir a la grandeza
del país, deberá formular sus sugerencias para que este Modelo sea cada vez más
un ideal de vida nacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario