El primer objetivo del Modelo
Argentino consiste en ofrecer un amplio ámbito de coincidencia para que de una
vez por todas los argentinos clausuremos la discusión acerca de aquellos
aspectos sobre los cuales ya deberíamos estar de acuerdo.
Es imprescindible que mis
conciudadanos comprendan que la presencia central del Justicialismo en un
Modelo que deseo para todos los argentinos, sin exclusiones de sectores, no
responde al intento de forzar una indebida generalización de principios
meramente partidarios. Si acudo a la respuesta justicialista no es por
sectarismo o personalismo; estoy lejos de una actitud semejante.
La fundamentación
justicialista no se incorpora por reflejar un sector parcial de opinión
ideológico-política, sino por razones de índole totalmente diferentes.
En primer lugar, porque
encarna principios permanentes emanados de la esencia misma del hombre. En
segunda instancia, porque el Pueblo ha impregnado al Justicialismo de las
constantes básicas de nuestra nacionalidad. Por último, como Tercera Posición,
porque define una histórica determinación de autonomía e identidad nacional.
Sin tales principios y constantes, sin esa identidad, no hay posibilidad de
conformar un Modelo en el cual cada argentino que ama a su Patria se reconozca.
Estos motivos me alientan en
la aspiración de obtener la coincidencia necesaria para trazar una política
nacional.
La grandeza del país y la
felicidad del Pueblo argentino, son dos objetivos esenciales que, a mi juicio,
deben guiar nuestro pensamiento y acción.
Partiendo de esa premisa
podemos empezar a construir. Sólo necesitamos unanimidad conceptual para hacer
lo que la mayoría decida. Por eso, las grandes líneas de coincidencia
únicamente pueden nacer del Pueblo, manifestándose en sus representantes a
través de organizaciones de pacífica convivencia republicana.
Si se quiere salvaguardar la
Nación que hemos recibido y seguir adelante en el proceso de preservarla y
depurarla, o se usa la política de la fuerza, o bien se elabora la fuerza
necesaria para respaldar una política.
Una Argentina de felicidad y
de grandeza admite únicamente la segunda alternativa. Necesitamos pues, crear
la fuerza requerida para sustentar una política nacional.
Es ésta la hora de su
realización. Tengamos en cuenta el ejemplo que nos muestra el mundo; en el que
está ganando terreno la idea de que el bienestar de los Pueblos se halla por
encima de las concepciones políticas dogmáticas. Esto origina un campo de mutuo
respeto, que parece nutrirse en bases de civilización, de comprensión y de
tolerancia hacia las ideas de los demás.
No tengo dudas que éste es un
momento crucial de nuestra Patria; o profundizamos las coincidencias para
emprender la formidable empresa de clarificar y edificar una gran Nación, o
continuamos paralizados en una absurda intolerancia que nos conducirá a una
definitiva frustración.
2. -La Futura Comunidad Argentina
Todo país se enfrenta, en
algún momento de su historia, con la obligación de definir principios, valores
y conductas generales, pero también caracteres que perfilen y recorten su
nacionalidad. Corresponde a un Modelo la estructuración de esas propiedades que
no hacen más que traducir la idiosincrasia del Pueblo.
La carencia de un Modelo de
referencia ha causado, en nuestro país, graves efectos sociales, económicos y,
particularmente, políticos. Ha llegado el momento de tomar conciencia de que en
la Argentina nadie tiene el derecho de esperar que la sociedad madure por sí
sola.
Los argentinos intuimos ya que
no es posible insistir en nuestras vacilaciones: la historia reclama de
nosotros la consolidación de una fisonomía nacional.
Para ello, corresponde al
Modelo Argentino refirmar la forma socio-política que satisfaga a todo el país.
Estoy convencido de que sólo
la comunidad argentina puede proporcionar el juicio definitivo sobre las
cualidades que para ellas se anhelan. Es mi deseo que todos mis conciudadanos
consideren este Modelo como una propuesta inicial; ya las generaciones que nos
siguen, a través de un diálogo franco en el que participen todos los entes
representativos de la comunidad, han de asumir la patriótica misión de
perfeccionarlo.
Alguna vez prediqué la armonía
como categoría fundamental de la existencia humana; sigo creyendo en ella como
condición inalienable para la configuración de la Argentina que todos
anhelamos. Esa básica consonancia excluye la violencia e implica comprender que
el único camino para la construcción fértil es partir de ideas, valores y
principios, cuya práctica concreta no cercena el cauce de la paz. Esto no
distorsiona en absoluto la vocación de cambio del Justicialismo, concretado en
este Modelo Argentino: ya he afirmado que la doctrina es revolucionaria en su
concepción, pero pacífica en su realización.
No puede persistir duda alguna
acerca de los caracteres buscados: se trata de una democracia social, que, como
se verá más adelante, será una estructura político-social absolutamente
coherente con los principios esenciales de la Comunidad Organizada.
Cuando utilizo la palabra
"social", estoy pensando en una democracia en la que cada integrante
de la comunidad pueda realizarse con la única condición de poseer idoneidad y
condiciones morales indispensables para aquella a que aspira. En este sentido,
la forma de gobierno que sirve a la democracia social resulta ser
"Representativa, Republicana, Federal y social".
Todo lo que acabo de expresar
no es más que otra forma de decir que seguimos deseando fervorosamente una
Argentina socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana.
Se conecta estrechamente con
lo expuesto el hecho de que el Modelo define asimismo una clara dimensión ética
que no es otra cosa que un llamado a la autonomía de la conciencia moral. Hace
años sostuve que el vertiginoso progreso material de nuestro tiempo lanzó al
hombre fuera de sí mismo sin proporcionarle paralelamente una plena conciencia
de su personalidad.
Por eso, en el camino de la
consolidación de la comunidad argentina desempeña un papel primordial la
propuesta de un esquema de valores morales y espirituales, que confiera al
Pueblo la templanza que el futuro de la Nación requiere.
Resultará necesario precisar
el nivel de nuestras aspiraciones respecto de la futura sociedad argentina;
sólo así se estará en condiciones de clarificar la concepción estratégica que
deberemos adoptar para hacer realidad lo que todo hombre de bien, nacido en
esta Patria, espera: "una Argentina íntegra, cabalmente dueña de su
insobornable identidad nacional."
3. -Orientación para las Distintas Areas
Los objetivos anteriormente
delineados asocian al Modelo Argentino con valores, principios y caracteres
tanto de estructura permanente y universal, como de perfiles intrínsecamente
nacionales.
Si allí finalizara nuestro
propósito no iríamos más allá de un lineamiento teórico y normativo de carácter
general que no contemplaría la creciente complejidad de una comunidad
orgánicamente constituida. Quiere decir que, tal conjunto de verdades, adquiere
una fisonomía específica y diferente en los distintos ámbitos de la vida
nacional, así como una proyección igualmente específica.
Con la mirada orientada en el
futuro, es necesario identificar cuál es la medida en que cada una las áreas de
la sociedad argentina puede participar del Modelo, y es preciso definir de qué
forma aquellos principios, valores y caracteres cobran una dimensión
particular, aunque interrelacionada, en cada ámbito del quehacer nacional.
Para que cada ciudadano se
reconozca en el Modelo, es imprescindible que éste no naufrague en
abstracciones, sino que aquello que define y propone, cobre realidad en cada
una de las áreas de la comunidad, pues es a través de su área de competencia
que el ciudadano se inserta en su Patria y la siente como propia.
Tengo la convicción de que la
transformación de la comunidad argentina sólo podrá lograrse mediante una
adecuada conjunción de resultados eficientes en todos los campos del quehacer
nacional.
4 .-Guía Programática y Político-Administrativa
A la luz de este objetivo, el
Modelo Argentino debe conformar un sustrato programático superior, orientativo
de la conducción.
Creo que no podemos detenernos
en discutir si es más aconsejable la programación que el desarrollo espontáneo,
porque la segunda alternativa implica dejar a la sociedad librada a sus propias
fuerzas y es, por ello, terreno fértil para distorsiones neocolonialistas.
Al hacer referencia a la
conducción debe tomarse en cuenta que la conducción política se diferencia del
gobierno político-administrativo.
La conducción política es una
materia indelegable de quien ejerza la Primera Magistratura, y ella da sustento
a la capacidad de hacer en lo político-administrativo.
Lo político-administrativo
corresponde a las decisiones y acciones que se adopten a través de los
mecanismos corrientes del gobierno.
Las condiciones objetivas que
hacen a la conducción superior, implican que nadie puede gobernar sin el apoyo
del Pueblo, ni en Argentina ni en ningún otro país. Significa también que el
Proyecto final es del Pueblo y no de determinados gobiernos, ni de minorías
intelectuales.
El Modelo Argentino quiere
servir a estos dos ámbitos de conducción superior, en estrecha conexión con una
orientación programática lúcida y precisa.
5 .-La Liberación y la Integración
Afirmé anteriormente que la
importación de ideologías alimenta un vicio de origen.
Detengámonos en este problema.
Si una ideología no resulta naturalmente del proceso histórico de un Pueblo,
mal puede pretender que ese Pueblo la admita como representativa de su destino.
Este es el primer motivo por el cual nuestro Modelo no puede optar ni por el
capitalismo liberal ni por el comunismo.
Pero es evidente que la
cuestión, como lo he repetido en numerosas oportunidades, no se reduce a la
elección o configuración de una ideología y una doctrina que perfilen la
identidad de nuestro Pueblo, porque tal identidad se diluye sin una firme
decisión de autonomía nacional.
El rechazo de las
posibilidades extremas que nos brindan el capitalismo y el comunismo, no sólo
se fundamentan en su desconexión con la estructura íntima de nuestra
nacionalidad, sino también en el hecho de que su adopción implica servir
automáticamente al neocolonialismo, sea cual fuere su signo doctrinario.
Optar por un Modelo Argentino
equidistante de las viejas ideologías es, consecuentemente, decidirse por la
liberación. Por más coherencia que exhiba un modelo, no será argentino si no se
inserta en el camino de la liberación.
Me parece innecesario insistir
en un hecho evidente: no estamos solos en esta lucha, aunque cada pueblo debe
dar, frente a la historia, la respuesta que emana de su esencia.
Es por eso que la progresiva
transformación de nuestra Patria para lograr la liberación debe, paralelamente,
preparar al país para participar de dos procesos que ya se perfilan con un
vigor incontenible: la integración continental y la integración universalista.
Si aisláramos nuestra
respuesta, la comunidad por la que luchamos quedaría a espaldas de un destino
superior que espera a todos los hombres que en el mundo comparten ideales de
Justicia y Verdad.
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