Resulta imprescindible
realizar un breve balance de la situación de la Argentina hasta el momento
actual en el terreno cultural. La importancia que cobra este ámbito en la
conformación de una comunidad madura y autóctona es enorme, al punto que me
atrevo a decir que constituye una suerte de red que conecta los ámbitos
económico, político y social.
En el terreno cultural se
incluye tanto a la formación humanística (filosofía y ciencias del hombre) como
a la actividad artística, pues lo científico tecnológico será expuesto en un
párrafo aparte.
Un examen somero permite
eslabonar varias reflexiones, que se concentran en una conclusión central: el
proceso argentino de las últimas décadas evidencia un creciente desarrollo de
la penetración cultural. La consolidación de una cultura nacional se ha
enfrentado con el serio obstáculo de la reiterada importación de determinaciones
culturales ajenas a la historia de nuestro Pueblo, así como a la identidad que
como comunidad organizada necesitamos definir.
Dos han sido los fundamentales
agentes desencadenantes de tal penetración.
- En primer lugar, la
desaprensiva - o interesada - utilización de los medios de comunicación masivos
como eficaces factores del vasallaje cultural.
Ya me he referido a este
problema. Solo quisiera añadir algunas ideas. Me parece evidente que la
indebida utilización de tales mecanismos de difusión cultural enferman
espiritualmente al hombre, haciéndolo víctima de una patología compleja que va
mucho más allá de la dolencia física o psíquica. Este uso vicioso de los medios
de comunicación masivos implica instrumentar la imagen del placer para excitar
el ansia de tener. Así la técnica de difusión absorbe todos los sentidos del
hombre, a través de una mecánica de penetración y la consecuente mecánica
repetitiva, que diluyen su capacidad crítica.
En la medida en que los
valores se vierten hacia lo sensorial, el hombre deja de madurar y se
cristaliza en lo que podemos llamar un "hombre-niño", que nunca colma
su apetencia. Vive atiborrado de falsas expectativas que lo conducen a la
frustración, al inconformismo y la agresividad insensata. Pierde progresivamente
su autenticidad, porque oscurece o anula su capacidad creativa para convertirse
en pasivo fetichista del consumo, en agente y destinatario de una subcultura de
valores triviales y verdades aparentes.
- El segundo factor
desencadenante del colonialismo cultural tiene su origen en la vocación
elitista y extranjerizante de diferentes sectores de la cultura argentina.
Pese a enarbolar distintos
fundamentos ideológicos, tales sectores se han unido en la actitud expectante y
reverente respecto de la "civilización" encarnada por pautas
culturales siempre externas a nuestra Patria y su creciente búsqueda de
conformación del ser nacional.
En muchas ocasiones me he
referido a la sinarquía, como coincidencia básica de grandes potencias que se
unen -a despecho de discrepancias ideológicas- en la explotación de los pueblos
colonizados.
Estoy convencido que asimismo
existe una sinarquía cultural. Obsérvese que las grandes potencias exhiben
sugestivas semejanzas culturales; el mismo materialismo en la visión del
hombre, el mismo debilitamiento de la vida del espíritu, el mismo
desencadenamiento de la mentalidad tecnocrática como excluyente patrón de
cultura, la creciente opacidad del arte y la filosofía, la distorsión o
aniquilación de los valores trascendentes.
Un examen superficial de los
dos polos principales del poder mundial sólo alcanza a captar las diferencias
ideológicas; ahondando en el análisis, surge -entre otras determinaciones
igualmente importantes- la cultura como evidencia cierta de la unidad sinárquica.
Todo argentino que , a través
de una actitud libresca y elitista, asimile las pautas culturales de ambas
potencias, ya sea asumiendo una visión competitiva y tecnocrática del hombre,
como una interpretación marxista de los valores de la cultura, trabaja
deliberada o inconscientemente para que la sinarquía cercene irreparablemente
nuestra vocación de autonomía espiritual y obstruya interminablemente la
formación de una auténtica cultura nacional.
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