En un país institucionalmente
representativo, la organización de las fuerzas políticas debe ser
representativa, para servir con fidelidad al país.
Para ello, toda organización
política debe tener claramente establecida su unidad de doctrina, en la cual se
apoyarán sus estructuras orgánicas y su accionar.
La unidad se logra básicamente
cuando se dispone de un profundo conocimiento del país y se hayan determinado
con claridad, los objetivos que desean alcanzarse y los medios a utilizar.
La democracia social que
deseamos no se funda esencialmente en la figura de caudillos, sino en un estado
de representatividad permanente de las masas populares.
Todas las fuerzas políticas
necesitan de la acción armónica de quienes conciben la doctrina, de los que la
predican y de los que habrán de ejecutarla.
La doctrina de cada partido,
debe ser predicada y no simplemente enseñada. Ello significa que hay que
hacerla conocer, comprender y sentir.
Pero todo partido político,
para que ejerza una acción eficiente, requiere no solamente del valor numérico
de sus integrantes, sino también de una base ideológica explícitamente
establecida. Tal aspecto podrá evidenciarse a través de una clara plataforma
política que no será otra cosa que lo que el partido conciba como Proyecto
Nacional.
Esta es, a mi juicio, la forma
en que cada partido político debe concebir los medios para lograr los objetivos
en los diferentes campos del quehacer nacional.
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